Para los adultos, la higiene es un ejercicio diario, una necesidad para muchos, y se la realiza sin siquiera pensar en ello: es un hábito establecido. La higiene en los niños pequeños, en cambio, es una actividad en desarrollo que, si no se enfoca de manera adecuada, puede ser vista como una molestia e incluso ser evitada a toda costa. Los pediatras pueden ayudar en esta tarea.
A los niños se los debe educar en la higiene personal desde muy pequeñitos, aplicando técnicas de APRENDER – JUGANDO, así serán actividades divertidas y, al mismo tiempo, saludables.
Se debe entender que la higiene es un ejercicio de disciplina que no es negociable: el lavado de manos y de cara, el baño diario, la higiene dental, salir siempre peinado de casa, cortarse las uñas de las manos y de los pies, la limpieza nasal, la higiene de los oídos. Esto hará que aparte de vernos muy bien, disminuyan el riesgo de estar enfermos por contaminación de gérmenes que viven en la suciedad.
La mayoría de las actividades mencionadas requieren de destrezas motoras avanzadas, que los niños pequeños todavía carecen, lo que nos puede llevar a dos errores que debemos evitar: el primero es que seamos muy pasivos en la enseñanza y que el pequeño no lo pueda hacer de forma adecuada; y, el segundo, que intervengamos en demasía y no dejemos que el niño avance en su aprendizaje.
Se debe equilibrar la intervención de los adultos de tal forma que no se afecte la calidad de la higiene del infante y se logre, en un plazo prudente, que el niño lo haga solo y de una forma eficiente.